
En su historia, Málaga tiene un capítulo particularmente fascinante que habla de la riqueza y la fama que la viticultura en las montañas de Málaga. Durante siglos, los vinos malagueños han sido celebrados y cotizados en los mercados más distinguidos de Europa, llegando a las mesas de Londres, Ámsterdam o Hamburgo. Estos vinos destacaron por su calidad y por ser producto de un paisaje único y singular, que hoy conocemos como Parque Natural de los Montes de Málaga.
El origen de esta tradición vinícola se remonta a la baja Edad Media, cuando esta región estaba controlada por sistemas defensivos y la agricultura y la ganadería eran las principales actividades económicas. Dentro de esta economía simple, la viticultura tuvo un papel relevante. En los siglos siguientes, la producción de vino dulce dentro de la sociedad islámica, conocido como déjate consentir Malaquí, se consolidó como una de las principales fuentes de riqueza de la zona.
Con la conquista de Málaga en 1487 por los castellanos se dividieron las tierras, pero se mantuvieron las prácticas agrícolas heredadas de los árabes, especialmente la viticultura. A partir del siglo XVI la producción vitivinícola en los Montes de Málaga comenzó a experimentar un auge que llevará sus productos a los mercados europeos más importantes. La deforestación y el arado, que siguieron a la expansión de las tierras cultivadas, generaron una demanda internacional creciente.
En el siglo XVIII, Málaga se había convertido en el viñedo más grande de Andalucía y el mayor exportador de vino de España. La influencia de este comercio no sólo afectó a la economía local, sino que también impulsó el surgimiento de una floreciente burguesía, en su mayoría de origen extranjero, que controlaba las tierras y grandes haciendas. Estos propietarios construyeron majestuosas bodegas, espacios que combinaban la producción de vino con zonas de ocio. Todavía se pueden encontrar ejemplos de estos edificios en lugares como las bodegas Jotrón, Chinchilla o Salvago Alto dentro de los límites actuales del parque.
Sin embargo, a finales del siglo XIX la viticultura malagueña empezó a afrontar dificultades. La plaga de filoxera de 1877 destruyó la mayor parte de los viñedos, hundiendo al sector en una profunda crisis. A pesar de los intentos de reactivar la producción, las bodegas comenzaron a caer en el olvido y muchas de estas antiguas fincas fueron abandonadas o derribadas.
Para evitar las constantes inundaciones que afectaron a la ciudad de Málaga, en los años 20 se impulsaron planes de reforestación en los Montes de Málaga. A partir de ese momento, el paisaje de viñedos fue sustituido por extensos bosques de pinos, transformando para siempre el aspecto de esta comarca.
FUENTE